Aunque se sabe que las poblaciones indígenas de América padecieron índices de mortalidad elevados durante los primeros contactos del periodo colonial a causa de enfermedades infecciosas —muchas transmitidas por europeos—, sigue sin conocerse cuáles se transmitieron exactamente. De las epidemias que azotaron el Nuevo Mundo en dicho periodo, el brote no identificado de «cocoliztli» que se produjo entre los años 1545 y 1550 fue una de las más devastadoras y afectó a gran parte de México y Guatemala. Durante más de un siglo se ha debatido sobre su causa patogénica, aunque en la actualidad una investigación financiada en parte por la Unión Europea está arrojando algo de luz sobre esta tragedia.
Un equipo —del que uno de sus integrantes era beneficiario de una beca de la UE a través del proyecto APGREID— se ha servido de una herramienta de análisis metagenómico denominada MALT para descubrir el origen de esta enfermedad. La metagenómica es un campo que se ha consolidado durante la última década y que consiste en el análisis genético directo de los genomas presentes en una muestra ambiental. Aplicando métodos de este dominio al análisis de ADN antiguo, los investigadores han identificado la bacteria Salmonella enterica Paratyphi C —un patógeno que causa fiebre entérica— en los restos óseos de individuos enterrados en un cementerio de principios del periodo colonial ubicado en Teposcolula-Yucundaa (Oaxaca), en el sur de México.
El equipo acaba de publicar sus resultados en la revista
«Nature». En su artículo, los investigadores exponen datos relativos al genoma completo de individuos afectados por Salmonella enterica, subespecie enterica serotipo Paratyphi C, y postularon que S. Paratyphi C habría tenido un gran protagonismo en el descenso de la población debido a la epidemia de cocoliztli en 1545 en la citada región.
Un patógeno que hizo estragos en la población indígena
Antes de la llegada de los españoles, el señorío —«yuhuitayu» o estado local— de Teposcolula-Yucundaa controlaba un gran territorio mixteca, con una población estimada de 60 000 habitantes. Esta zona estaba bien conectada con las rutas comerciales regionales y de larga distancia y en 1524 el estado pasó a formar parte de la corona española. Pese a que se conservan pocos registros de este estado relativos a los primeros tiempos del periodo colonial, diversos documentos de un estado vecino atestiguan que se produjo un brote de enfermedad en 1545 y que durante el punto álgido de la epidemia fallecían entre treinta y cuarenta personas al día. Se estima que en la propia Teposcolula-Yucundaa hay alrededor de ochocientas personas enterradas en un cementerio de grandes dimensiones cubierto de yeso.
El equipo volvió a visitar este emplazamiento y otros cercanos, en los que recabaron muestras de ADN de piezas dentales pertenecientes a veintinueve sujetos. Los investigadores seccionaron cada diente en la unión cementoamélica y se extrajo una muestra de la cámara pulpar coronaria. Las muestras se procesaron siguiendo un protocolo específico establecido para extraer ADN de restos óseos arqueológicos. También se realizó un control blanco de extracción a cada una de las diez muestras procesadas por lote y se incluyó un control positivo —polvo de huesos pertenecientes a un oso cavernario antiguo— en cada uno.
Los datos obtenidos con todas las muestras de cámara pulpar, la del suelo y los controles negativos se analizaron en busca de ADN antiguo de patógenos bacterianos empleando la herramienta bioinformática MALT, labor que reportó evidencias prometedoras: la existencia de rastros de ADN de S. enterica en diez de las muestras. Una vez finalizadas todas las pruebas, los científicos pudieron reconstruir genomas completos de S. enterica y se descubrió la presencia de una subespecie de S. enterica que causa fiebre entérica en diez de los sujetos.
«Este nuevo método nos permite realizar una búsqueda más amplia a nivel de genoma para detectar cualquier cosa presente», afirma Johannes Krause, director del Departamento de Arqueogenética del
Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y uno de los autores del estudio. Kirsten Bos, también perteneciente a esta institución, añade lo siguiente: «Se trata de un avance enorme en lo que respecta a los métodos de los que disponemos quienes investigamos enfermedades antiguas. Ahora podemos buscar restos moleculares de numerosos agentes infecciosos en registros arqueológicos, lo que resulta especialmente relevante en los casos en los que el origen de una enfermedad se desconocen a priori».
APGREID (Ancient Pathogen Genomics of Re-Emerging Infectious Disease), concluyó el año pasado. La reciente contribución al trabajo expuesto en este artículo muestra que su objetivo de hacer posible «una reconstrucción directa de la historia evolutiva de agentes causantes de enfermedades infecciosas humanas gracias a obtener datos a escala de genoma completo de patógenos antiguos» ha contribuido a desentrañar secretos de tiempos remotos. El proyecto se propuso ofrecer información valiosa relativa a los campos de la historia, la biología evolutiva, la antropología y la medicina con el objetivo de tener una repercusión directa sobre el modo en que se gestionarán enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes en el futuro.
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