Hace mucho tiempo que se señala a Rattus rattus (la rata doméstica) como vector de los brotes de
peste que acabaron con la vida de millones de personas en Europa y Asia en el Medievo y que siguieron ocurriendo hasta el siglo XIX. En la década de 1340, uno de esos brotes mató a veinticinco millones de personas solo en Europa. La causa de la peste no se descubrió hasta su epidemia mundial más reciente, que se desató en China en 1855 y no se declaró erradicada oficialmente hasta 1959.
Ahora se acaba de publicar un estudio en la revista científica «Proceedings of the National Academy of Science» que exime de responsabilidad a las ratas en cuanto a la propagación de la enfermedad y señala a determinados parásitos del ser humano, como las pulgas y los piojos, como culpables de extender las bacterias que causaron la segunda pandemia de peste. Con ese término se alude a una serie de brotes que se extendieron de los siglos XIV a XVIII, entre ellos la peste negra, que ha quedado grabada en nuestra conciencia colectiva. Hace tiempo que se culpa a la rata doméstica de esa catástrofe que acabó con un tercio de la población de Europa.
Ahora se ha sugerido que esa acusación podría ser falsa y que podríamos haber asociado injustamente a esa criatura con aquella devastación.
National Geographic publica declaraciones de Katharine Dean, que es la primera firmante del estudio, investigadora y doctorando en el Centro de Síntesis Ecológica y Evolutiva de la Universidad de Oslo. «La peste cambió el curso de la historia del ser humano, así que tiene gran importancia entender cómo se propagó a tanta velocidad».
En defensa de la rata
El equipo investigador realizó tres simulaciones de brotes en nueve ciudades europeas en las que se dispone de datos de mortalidad satisfactorios. En cada simulación se consideraron como vectores las ratas, la transmisión por el aire y las pulgas y los piojos de los humanos, respectivamente. En siete de los ocho modelos generados, fue el modelo centrado en los parásitos de los humanos el que reprodujo con mayor precisión el patrón de propagación de la enfermedad. En su opinión, la conclusión no deja lugar a dudas: «Es improbable que se extendiese tan rápidamente si la hubieran transmitido las ratas. Habría tenido que cumplir un ciclo adicional dentro de las ratas, lo que no sucede si el contagio es entre personas», declaró a la
BBC el profesor Nils Stenseth de la Universidad de Oslo.
Aunque el estudio reviste interés principalmente desde la perspectiva histórica, saber qué provocó una de las pandemias más devastadoras de la historia del ser humano puede ser de utilidad de cara a gestionar otros brotes pandémicos. Así, la labor realizada en esta investigación podría ayudar a reducir la mortalidad en situaciones futuras. La peste sigue siendo endémica en algunos países de Asia, África y América; de hecho, la
Organización Mundial de la Salud informa que entre 2010 y 2015 se registraron en todo el mundo 3 248 casos, 584 de los cuales fueron mortales.
En definitiva, aunque actualmente asociemos la peste negra a imágenes medievales como carros de despojos, mascarillas médicas, bailes de esqueletos y también a diversos personajes malvados de ficción con cara de rata, lo cierto es que esta enfermedad no desapareció en un pasado lejano y que tal vez las ratas no tengan la culpa.