Los datos obtenidos mediante el análisis de esqueletos de agricultoras datados en el Holoceno en Europa Central indican que las mujeres trabajaban muy duro.
El trabajo agrícola de las mujeres que vivieron hace siete mil años, destinado a labores fundamentales como cavar, aventar grano o cargar peso, fue fundamental para el éxito de la agricultura. La intensidad física de estas labores salió a la luz en un estudio nuevo que revela que la fuerza de la parte superior de su cuerpo era superior a la de las atletas de élite modernas.
Los
hallazgos, publicados en la revista «Science Advances», arrojan luz sobre la distribución de tareas en las sociedades prehistóricas y contradicen la idea de que las mujeres realizaban tareas domésticas y relacionadas con la cría de los hijos. El trabajo nuevo, realizado en parte gracias al apoyo del proyecto financiado con fondos europeos ADNABIOARC, cuestiona ideas defendidas hasta ahora sobre la división del trabajo.
Una ventana al pasado
Nuestras actividades quedan marcadas en nuestros huesos. Durante los últimos treinta años se ha documentado el dimorfismo sexual en estudios antropológicos en los que se estudian tendencias temporales en la fuerza de los huesos asociadas a la intensificación de la agricultura y el desarrollo de un estilo de vida más sedentario.
Sin embargo la actividad de las mujeres en la prehistoria es difícil de interpretar debido a la falta de respuestas esqueléticas específicas del sexo a cargas mecánicas y a la falta de datos comparativos modernos. Tal y como señalan los autores: «[…] entre tenistas modernos, las diferencias comparativas muestran una respuesta considerablemente más intensa a la carga mecánica en el hombre en comparación con el esqueleto de la mujer».
El estrés reiterado como el realizado en levantamientos, estiramientos y carreras deja su huella en los huesos. El paso hace unos diez mil años de una sociedad de cazadores recolectores siempre en marcha a otra de agricultores que levantan más cargas pero de naturaleza más sedentaria dejó su impronta en los esqueletos que hoy llaman la atención de los antropólogos. Las tibias rígidas y dobladas de los hombres de Centroeuropa de entre 5300 AEC y 100 EC —conformados por músculos constantemente en marcha— se fue enderezando y fue perdiendo rigidez al adoptar cada vez más una vida agrícola menos nómada. Pero las tibias de las mujeres no cambiaron mucho durante el mismo periodo. No obstante, cuando los científicos observaron los huesos de las extremidades superiores descubrieron un patrón diferente.
Un método analítico distinto para generar datos nuevos
Mediante un sistema de imágenes tridimensionales por láser, el equipo registró modelos de ochenta y nueve tibias y setenta y ocho huesos de las extremidades superiores de mujeres que vivieron en el Neolítico (5300 AEC–4600 AEC), La Edad del Bronce (3200 AEC–1450 AEC), la Edad del Hierro (850 AEC–100 EC.), y la Edad Media (800 EC–850 EC) en Europa Central.
Compararon la proporción de la fuerza intramiembro, la carga intramiembro, la carga, la forma y la rigidez trasversal del húmero y la tibia en relación a un grupo de atletas y un grupo de control de sujetos activos como grupo de referencia de cargas con poco impacto. La elección de las atletas para el estudio se basó en la variedad de intensidad y direccionalidad de los deportes practicados, corredoras de fondo, futbolistas y remadoras.
El equipo descubrió que la rigidez del húmero era superior a la de las atletas con una intensidad de carga desviada enormemente hacia las extremidades superiores. Las proporción de la fuerza intramiembro entre mujeres del Neolítico, la Edad del Bronce y la edad del Hierro eran más similares a las palistas de élite modernas. Los valores medios de rigidez de la tibia eran muy inferiores a los documentados para las corredoras, lo que implica que las actividades prehistóricas implicaban menos fuerzas de reacción terrestres (la fuerza ejercida por el suelo en un organismo al contacto con el mismo).
Estos resultados apuntan a que el trabajo físico duro era un componente más importante del comportamiento de la mujer prehistórica que la movilidad terrestre durante miles de años de agricultura europea, a niveles muy superiores a los de la mujer moderna.
El proyecto ADNABIOARC (From the earliest modern humans to the onset of farming: the role of climate, life-style, health, migration and selection in shaping European population history) estudió las adaptaciones biológicas, las innovaciones tecnológicas y la plasticidad en el comportamiento provocadas por las primeras migraciones y la agricultura.
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