Conocer la distribución de la riqueza ofrece una idea del carácter de una sociedad, esto es, dónde reside el poder, qué grado de movilidad social existe y cuál el flujo del comercio. En culturas prehistóricas para las que no existen registros escritos se puede utilizar para identificar la riqueza indicadores de la misma como ajuares funerarios y objetos importados. Sin embargo, los primeros no son objetos cotidianos y los últimos podrían haber acabado en un sitio sin que los habitantes de la casa los hubieran comprado.
Estos «representantes» de la riqueza, según una
carta publicada recientemente en la revista «Nature», no ofrecen respuesta a muchas de las incógnitas relacionadas con la distribución de la riqueza, tales como la relación entre la agricultura y la riqueza de una sociedad o el impacto de las dinámicas sociopolíticas. La investigación sugiere que los tamaños de las casas ofrecen una métrica constante.
El estudio se basa en datos obtenidos por un equipo científico que analizó sesenta y tres yacimientos arqueológicos de cuatro continentes datados en entre 9000 AEC y 1500 EC. Es uno de los primeros estudios en servirse de datos arqueológicos para medir las desigualdades entre hogares en yacimientos del viejo y el nuevo mundo.
Más riqueza gracias a una mayor eficiencia de la agricultura
Su investigación, en parte apoyada por el proyecto europeo AGRICURB, sugiere que la mayor diferencia en la riqueza descubierta en Eurasia tras el Neolítico se debió en un primer momento a la disponibilidad de animales de gran tamaño que pudieron domesticarse. La sociedad redujo su nomadismo y aumentó su dependencia de la agricultura. Los ricos se hicieron más ricos, ya que los agricultores que podrían permitirse bueyes, vacas y otros animales de gran tamaño lograron aumentar la productividad de sus cultivos. De este modo generaron beneficios que acumularon y transmitieron a las nuevas generaciones, creando así desigualdades en la riqueza. El estudio desveló que los tamaños de las casas apuntan a que las desigualdades eras mucho mayores en los entornos euroasiáticos de la antigüedad.
«Un elevado nivel de desigualdad no contribuye a la estabilidad a largo plazo en las sociedades antiguas», explicó Anna Prentiss, profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Montana y una de las autoras del artículo. «Esta información nos debería preocupar si tenemos en cuenta el enorme grado de desigualdad de nuestra propia sociedad».
La riqueza como una herramienta de militarización y expansión
El flujo y la circulación de riqueza dio lugar al desarrollo de una élite de soldados a caballo, sugieren los investigadores. Estos soldados fueron fundamentales para unidades políticas (coincidentes en cuanto a identidad, capacidad para activar recursos o gobernanza) que se expandieron hasta tamaños imposibles en Norteamérica y Mesoamérica antes de la llegada de los europeos.
El artículo consolida una idea aceptada que se basa en estudios comparativos de las sociedades agrícolas, esto es, que cuanto mayores son los excedentes que produce una sociedad, mayor es el grado de desigualdad en esa sociedad. La necesidad de acceder a más terreno también crea enfrentamientos sobre los recursos, guerras, conquistas y expansiones geográficas.
En AGRICURB (The Agricultural Origins of Urban Civilization) se reconoció que el desarrollo de la agricultura es fundamental en la historia del ser humano y sentó las bases para la emergencia de un urbanismo y una sociedad basada en clases. El proyecto finalizó a principios de 2017 y adoptó un método nuevo e interdisciplinario en el que se combina la arqueobotánica, la química de isótopos estables de vegetales y la ecología vegetal funcional para obtener información sobre los primeros momentos de la agricultura y su relación con las primeras civilizaciones.
Para más información, consulte:
Sitio web del proyecto