Europa posee una población cada vez más envejecida, y por ello dar con métodos que favorezcan un envejecimiento saludable se ha convertido en una prioridad política, sobre todo en los sectores de la sanidad, la atención social, el desarrollo económico y también el urbanismo. Tanto a escala europea como nacional, las autoridades políticas se afanan desde hace un tiempo en coordinar más los mundos de la investigación y las políticas para obtener resultados óptimos que garanticen la movilidad de los ciudadanos mayores. No obstante, los investigadores de Plymouth aspiraban a entender mejor en qué medida los gobiernos nacionales dotan a los sistemas de transporte de funciones que tiendan la mano a las personas de todas las edades.
Para cumplir su objetivo, el equipo científico examinó documentos de toda la Unión Europea, más Noruega y Suiza, y se comunicó con funcionarios gubernamentales de una veintena de países. Después de obtener una visión panorámica e integral de la situación en el conjunto de Europa, pudieron determinar en qué medida cada país fomentaba la movilidad, la independencia y la inclusión socioeconómica.
En total, por medio de esta evaluación internacional, se identificaron 146 documentos de 29 países que podían clasificarse como pertinentes para las directrices de la UE relativas a las «personas con movilidad reducida», de los que el 63 % versaba únicamente sobre las personas mayores. Seguidamente, los investigadores los calificaron en función de once cualidades para determinar si estaban centrados en ser: asequibles; accesibles y sin barreras; cómodos; comprensibles; eficientes; cercanos; fiables; seguros; sólidos y transparentes.
Los autores determinaron que las autoridades políticas de la UE y de cada país hacen hincapié de forma desproporcionada en la seguridad, la asequibilidad y el acceso de los discapacitados (sin barreras), cuando en realidad un planteamiento más «redondo» podría propiciar un incremento sustancial de la movilidad entre la tercera edad. Sus resultados se han publicado en la revista científica «Transport Policy».
En palabras del profesor Jon Shaw, uno de los autores principales del estudio: «De este trabajo se deduce claramente que los responsables políticos se enfrentarán a graves dificultades para atender los requisitos de las personas mayores en lo que a transportes se refiere. Conociendo la coyuntura, de restricciones en el gasto público, es muy probable que esto sea lo último que quieren oír, pero uno de los "titulares" sería que si se mejora la calidad del sistema de transportes para los mayores, por norma se estará mejorándolo también para todo el mundo».
Y añadió: «Un ejemplo pequeño pero importante tiene que ver con la mejora de la información facilitada: disponer unas locuciones audibles y unos letreros bien legibles en un autobús para indicar la próxima parada, ayuda no solo a quienes tienen mermados los sentidos de la vista o la audición, sino también a todo aquel que desconozca el recorrido. Y si algunas de esas personas que desconocen el recorrido también suelen desplazarse en coche, esa mejora de la experiencia en el transporte público podría servir para mitigar los problemas de congestión del tráfico».
Los investigadores añaden que, puesto que en los años venideros se prestará mayor atención a cuidar la movilidad de los mayores, se recomienda añadir gradualmente flexibilidad a la hora de examinar las necesidades de ese colectivo en lo que concierne al sistema de transportes. «Es improbable que desaparezca ese deseo básico de las personas de reunirse; los responsables políticos tienen ante sí la difícil labor de proporcionar sistemas que atiendan las preferencias de movilidad de los mayores teniendo muy presentes sus necesidades concretas», aseguran.
Esta investigación fue financiada a través del proyecto del 7PM TRACY (Transport Needs for an Ageing Society), que estuvo en funcionamiento desde 2011 a 2013 y proporcionó recomendaciones detalladas a las autoridades políticas de la UE en cuanto a mejorar las opciones de transporte y movilidad al alcance de las personas de más edad. Si bien esta investigación abarcó únicamente Europa, TRACY también recabó datos extensos de países de otros continentes, como Australia, Estados Unidos, Japón y Nueva Zelanda.
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