Tendencias científicas: La trastienda psicológica del voto

A unos pocos días de que los estadounidenses elijan entre Hillary Clinton y Donald Trump en las que probablemente sean las elecciones presidenciales de aquel país más importantes de toda una generación, los científicos y los psicólogos tratan de arrojar luz sobre los factores que subyacen a las decisiones de voto y hacen que los ciudadanos se decanten por un candidato o partido y no por otro.

Los votantes son bombardeados durante semanas, incluso meses, con mensajes contradictorios y promesas electorales de los políticos, que se afanan por obtener un mejor resultado en las urnas que sus oponentes. A pesar de que, por supuesto, muchas personas dedican tiempo a informarse a fondo sobre cuestiones políticas, y pese a la importancia de factores como el nivel de estudios, la salud y la clase socioeconómica, ciertos electores se ven condicionados por otros elementos más inconscientes cuando deciden su voto.

El factor de la repugnancia

Yoel Inbar, profesor de Psicología de la Universidad de Toronto, sostiene que los votantes podrían estar influidos inconscientemente por la exposición a ideas o cosas que les provocan repugnancia. Inbar realizó un experimento consistente en clasificar a los participantes según una «escala de asco», para lo cual les pidió que expresasen su grado de acuerdo con declaraciones y situaciones repulsivas y posteriormente sondeó su ideología política.

Según sus hallazgos, aquellos que sentían repugnancia con más facilidad tendían a una ideología política conservadora, fenómeno este que explicó vinculando las asociaciones políticas y morales a condicionantes biológicos humanos que se remontan a tiempos prehistóricos. Cuando los seres humanos comenzaron a dedicar más tiempo a interaccionar en grupos sociales cada vez más amplios, desarrollaron comportamientos conducentes a minimizar el riesgo de contraer enfermedades; se trata de lo que los psicólogos denominan «sistema inmune conductual».

«Solemos considerar las actitudes que emanan del sistema inmune conductual como conservadoras desde un punto de vista social», afirmó Inbar, a lo que añadió que «su objetivo es evitar a los grupos desconocidos, ceñirse a las prácticas sociales tradicionales y practicar cierta constricción sexual».

Otro experimento de Inbar y su equipo puso de manifiesto que estimular sentimientos de repulsa en los participantes acentuaba su tendencia a rechazar a ciertos grupos minoritarios, como los hombres homosexuales. De ello se desprende que las campañas políticas en las que se emplean tácticas y recursos lingüísticos para inspirar asco entre los votantes —como afirmar que las políticas del candidato rival «apestan»— podrían influir más en algunos grupos de electores que en otros.

El factor de la identidad

Según un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Duke y publicado en la revista Trends in Cognitive Science, votar es para muchas personas un acto de reafirmación de un sentimiento identitario o de pertenencia a un determinado grupo social, como, por ejemplo, un colectivo progresista, una comunidad cristiana o una minoría.

«No siempre tenemos claro cómo va a afectar una política a nuestros intereses; ¿cómo puedo saber si un acuerdo comercial hará que me suban el sueldo o mejorará la economía de mi entorno?», explicó Scott Huettel, profesor de Psicología y Neurociencia. «Puede resultar mucho más sencillo reconocer que apoyar a un candidato en particular refuerza mi propia identidad, ya sea como patriota, ciudadano/a del mundo o cualquier otro atributo».

Por consiguiente, el equipo sostiene que los métodos tradicionales de predicción del voto, basados en cuestiones políticas, no son adecuados, ya que no reflejan el modo en el que los votantes eligen a sus candidatos.

Estos investigadores sugieren que existe una confrontación entre las preferencias y la identidad: unos votantes son más sensibles a las cuestiones identitarias; otros, a las políticas. Saber a qué grupo pertenecen los distintos votantes permitiría realizar predicciones más precisas: «Pensamos que los factores identitarios conforman una categoría en sí mismos, y que reforzar uno de tales factores aumenta la importancia del conjunto de condicionantes relacionados con la identidad del votante», declaró Huettel.

Miedo y negatividad

Otros factores ampliamente documentados capaces de predisponer a los votantes de forma inconsciente se basan en instrumentalizar el miedo y el desagrado. Según un estudio en el que participaron cuarenta y seis personas de Nebraska, aquellas más susceptibles a las imágenes aterradoras y los ruidos fuertes e inesperados solían tener una ideología más derechista. Este hecho pone de relieve la tendencia cada vez más acusada entre los políticos de invocar situaciones que provocan miedo —como la amenaza del terrorismo o la inestabilidad económica— para influir en ciertos segmentos del electorado.

Jon Krosnick, profesor de la Universidad de Stanford, ha llevado a cabo una investigación que demuestra que cuando los candidatos destacan las características negativas de sus oponentes tienen más posibilidades de aumentar la participación electoral de sus partidarios. Krosnick constató que el desagrado es un motivo tremendamente poderoso para acudir a votar. «Cuando te desagrada al menos uno de los dos candidatos sientes una verdadera motivación para votar; en otras palabras, es la aversión profunda por uno de los candidatos lo que mueve a alguien a acudir al colegio electoral», señaló.

Este podría ser un factor determinante en las próximas elecciones de Estados Unidos, ya que tanto Clinton como Trump han logrado polarizar a grandes segmentos de la población estadounidense.

Asimismo, ambas campañas se caracterizan por hacer uso de una combinación de todos los factores descritos, en un intento de capitalizar en su beneficio los impulsos psicológicos más profundos de los votantes el 8 de noviembre y, a menos de una semana de las elecciones, la contienda electoral sigue estando muy reñida.

publicado: 2016-11-08
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