Tendencias científicas: Desentrañar los misterios de la luna llena
¿Tuvo problemas para conciliar el sueño en la noche del jueves 18 de agosto al viernes 19 de agosto? ¿Acaso tuvo alguna pesadilla especialmente intensa, o se despertó mucho antes de lo habitual sin motivo aparente? Esa noche hubo luna llena y su tamaño fue especialmente grande, como es habitual en agosto. Al margen de las leyendas que asocian la luna llena a la transformación de licántropos, también suele relacionarse con una mayor dificultad para conciliar el sueño.
La Luna siempre ha estado envuelta en un aura de misterio por su posible influencia en el comportamiento del ser humano, y por ello desde hace milenios ha sido objeto de fascinación y especulaciones. Muchos relatos populares y supersticiones atribuyen a la luna llena la capacidad no solo de causar agitación en los humanos, sino también de ser el origen de alteraciones físicas y psíquicas aún más intensas. ¿Cuánto hay de veraz en estas visiones ancestrales, desde una perspectiva científica? Al parecer, el debate sigue abierto.
En 2013 se publicó en la revista Current Biology un estudio suizo que sugería que, en efecto, la luna llena puede alterar el patrón de sueño. Sus autores hallaron indicios de tal «influencia lunar» tras examinar el sueño de treinta y tres voluntarios en condiciones rigurosamente controladas. Los investigadores constataron que, con luna llena, los voluntarios tardaban más en conciliar el sueño y que éste tenía menor calidad, y ello pese a que estaban encerrados en una habitación oscura desde la que no veían el satélite terrestre.
Además, disminuía el nivel de melatonina de los voluntarios, un parámetro asociado a los ciclos del reloj biológico natural. El organismo humano segrega una mayor cantidad de melatonina cuando está oscuro, y menos cuando hay luz. La exposición a luces intensas al final del día o a muy poca luz durante el día puede trastocar los ciclos naturales de la melatonina del organismo (y por ello se desaconseja fijar la vista en pantallas de ordenador, teléfono o tableta por la noche, ya que puede reducir el nivel de melatonina).
Los participantes del estudio, que desconocían su finalidad, pasaron dos noches no consecutivas sometidos a una estrecha observación. Se determinó que, en la época del plenilunio, disminuía casi un tercio la actividad encefálica relacionada con el sueño profundo. Además, los voluntarios tardaron cinco minutos más en dormirse y durmieron veinte minutos menos.
A partir de estos hallazgos, el equipo científico afirmó que el ciclo lunar parece influir en el sueño de los humanos, incluso si la Luna no está a la vista y aunque estos no sean conscientes de la fase del ciclo mensual lunar en la que se encuentran. Así, plantearon la posibilidad de que algunas personas sean, por naturaleza, más sensibles que otras al ciclo lunar.
En su momento, los medios de comunicación y diversos especialistas en el sueño acogieron positivamente este estudio y le atribuyeron descubrimientos científicos notables, pero en 2016 se ha publicado otro estudio en la revista Frontiers in Paediatrics que cuestiona que la Luna pueda realmente influir de manera sustancial en los patrones de sueño.
Este estudio más reciente fue internacional, estuvo dirigido por el Instituto de Investigación de Ontario Oriental (Canadá) y examinó los patrones de sueño de casi seis mil niños de cinco continentes. Los menores representaban condiciones económicas y socioculturales muy dispares. Se tuvieron en cuenta múltiples variables: edad, sexo, nivel de estudios de los padres, día de la medición, índice de masa corporal, duración del sueño nocturno, cantidad de actividad física y sedentarismo total. El estudio se centró intencionadamente en los niños, y no en los adultos, porque aquellos precisan de más sueño y son más susceptibles de mostrar cambios en el comportamiento.
La recogida de datos se prolongó durante veintiocho meses, abarcando el mismo número de ciclos lunares. A continuación, estos se dividieron en tres fases lunares: luna llena, media luna y luna nueva. El estudio indicó que, en general, la duración del sueño nocturno en torno a la época de luna llena fue inferior en cinco minutos de media en comparación con la época de luna nueva (lo que equivale a una variación del 1 %). No hubo otras alteraciones sustanciales de la conducta.
Por otra parte, los investigadores atribuyeron la variación del 1 % al gran tamaño de la muestra del estudio, que habría incrementado la potencia estadística. También adujeron que una disminución del sueño de cinco minutos no plantea ningún perjuicio para la salud en general. En definitiva, la conclusión del estudio es que no hay motivo para temer que la luna llena pueda ejercer un efecto muy negativo en el estado psíquico y físico de las personas.
Pero estas conclusiones no acabarán con la creencia de que la luna llena posee un influjo casi místico sobre los humanos. La Luna está enmarañada en muchos de los mitos, leyendas y relatos populares más arraigados, por lo que no dejará de estimular la imaginación humana. También es seguro que seguirá motivando investigaciones destinadas a establecer de una vez por todas si los ciclos lunares afectan a los seres humanos.
publicado: 2016-08-26