El equipo del proyecto VUELCO, compuesto por investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, y del Ministerio de medio ambiente y recursos naturales de El Salvador, estudió la distribución de densidad debajo de la caldera de Ilopango y cómo las fuerzas tectónicas, ocasionadas por el movimiento de las placas tectónicas a lo largo de las líneas de fallas, influyen en la acumulación de magma en la profundidad. Los hallazgos del estudio se han publicado en el número más reciente de la revista
«Nature Communications».
Una caldera es una gran depresión volcánica o cráter que se forma por el hundimiento o colapso de una cámara de magma vacía. La depresión surge a menudo a causa de enormes erupciones explosivas. En Guatemala y El Salvador existen volcanes de calderas que se sitúan sobre zonas de fallas tectónicas a lo largo del arco volcánico centroamericano (AVCA). El AVCA tiene una longitud de 1500 kilómetros y se extiende desde Guatemala hasta Panamá.
En concreto, la caldera de Ilopango es una estructura volcánica colapsada de 8 por 11 kilómetros en la zona de fallas de El Salvador. La caldera colapsada se originó tras al menos cinco grandes erupciones que se sucedieron en los últimos ochenta mil años. La última de estas erupciones tuvo lugar hace unos mil quinientos años y generó suficiente ceniza volcánica como para formar una capa de 15 cm de grosor en una superficie equivalente a la extensión del Reino Unido. La erupción fue tan potente que habría destruido casi todo en un radio de 100 kilómetros, incluida una población maya con un grado de desarrollo avanzado. También llegó a afectar de forma considerable a otras poblaciones mayas situadas a 200 kilómetros de distancia. Las erupciones más recientes se produjeron entre 1879 y 1880, pero a una escala mucho menor.
«La mayoría de los terremotos se producen a lo largo de los bordes de las placas tectónicas, donde también se encuentran muchos volcanes», comentó el coordinador del proyecto VUELCO y coautor del estudio, el Dr. Joachim Gottsmann. Existe por tanto un vínculo entre la rotura de las rocas, que provoca las fallas y los terremotos, y el movimiento del magma desde el fondo hasta la superficie para que se dé una erupción volcánica. No obstante, se sabe poco del vínculo existente entre las grandes zonas de fallas tectónicas y el vulcanismo.
En estudios previos se ha demostrado que la acumulación de magma antes de una gran erupción que crea una caldera, así como el propio colapso de la caldera, podrían estar controlados por estructuras de fallas. Sin embargo, el equipo de investigadores afirma que no está claro en qué medida influyen las fuerzas tectónicas regionales en la acumulación de magma entre grandes erupciones que crean calderas.
El equipo descubrió que el campo de fuerzas tectónicas actual favorece la acumulación de magma y fluidos hidrotérmicos a poca profundidad (menos de 6 kilómetros) por debajo de la caldera de Ilopango. El magma contiene una cantidad de gas considerable, lo que indica que el sistema se encuentra cargado para, quizá, originar la siguiente erupción.
«Nuestros resultados indican que la extensión localizada a lo largo de la zona de fallas controla la acumulación, el ascenso y la erupción del magma en Ilopango», afirmó el Dr. Gottsmann. «Esta acumulación y movimiento de magma controlados por fallas limita las ubicaciones de escape posibles de futuras erupciones que tengan lugar en la parte central, occidental y septentrional de la caldera, una zona que ahora forma parte del área metropolitana de San Salvador, donde viven dos millones de personas. Por consiguiente, existe un riesgo considerable para la ciudad de San Salvador por futuras erupciones de la caldera de Ilopango.
Aunque estos hallazgos se han publicado de forma reciente, el proyecto VUELCO finalizó oficialmente en septiembre de 2015 y recibió algo menos de 3 500 000 euros de fondos de la Unión Europea. En el marco de este proyecto, una iniciativa de colaboración entre investigadores europeos y latinoamericanos, se elaboraron estrategias globales para mejorar la capacidad de monitorización volcánica, la interpretación de los datos y la identificación de precursores de erupción fiables.
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