Prevenir el efecto de las dosis bajas de radiación en el corazón
Todos estamos expuestos a radiaciones. Esta exposición puede ser inocua a dosis muy bajas y dañina para la salud si se supera cierto umbral. No obstante, es en el rango intermedio donde resulta más complicado predecir sus consecuencias. El proyecto PROCARDIO trata de esclarecer este punto centrándose en las cardiopatías provocadas por radiaciones.
Aunque no nos percatemos en todos los casos, nuestro cuerpo está
sometido a una incidencia constante de radiaciones. A este hecho se
refiere el término «exposición de fondo» (background exposure), que, de
media, se calcula en 2 400 µSv (microsievert) al año para cada europeo.
En torno al 80 % de esas radiaciones son de origen natural y tienen un
efecto muy reducido en la salud. En el porcentaje restante se incluyen,
por ejemplo, radiaciones como las emitidas por los teléfonos móviles,
objeto de controversia desde hace años puesto que hay quien sospecha que
un uso intensivo de estos dispositivos podría incrementar el riesgo de
cáncer.
Otras fuentes no naturales de radiación son el trabajo en una
central nuclear, los dispositivos de imagen médica y la tecnología de
radioterapia. Pese a ser esenciales para el diagnóstico y el tratamiento
de enfermedades, conviene hacer un uso muy comedido de tecnologías como
las radiografías y los escáner TAC. La exploración del cuerpo de un
paciente para observar si padece, por ejemplo, una fractura o -en el
caso de un tratamiento contra el cáncer- un tumor, comporta una
exposición a radiaciones que pueden tener efectos de diversa gravedad en
su salud.
¿Y qué se sabe exactamente sobre esos efectos? Los especialistas en
la materia coinciden en que es variable el riesgo real de radiación
sobre las distintas partes del organismo. Se sabe que las radiaciones a
dosis elevadas provocan cáncer, pero en los últimos tiempos está
cobrando fuerza la investigación sobre las cardiopatías provocadas por
la radiación.
El proyecto financiado con fondos europeos PROCARDIO
(«Cardiovascular risk from exposure to low-dose and low-dose-rate
ionising radiation»), que contó con la participación de socios de
Europa, Estados Unidos y Japón, será fundamental en este empeño por
comprender el efecto de la radiación en el corazón humano. Se trata de
una iniciativa excepcional dado que, a diferencia de otras
investigaciones anteriores, en ella participan científicos que
decidieron indagar en el efecto de la exposición a dosis bajas
cuestionando algunas presunciones y tratando de esclarecer ciertos
hallazgos contradictorios.
El profesor Mike Atkinson, director del Instituto de Biología de las
Radiaciones (Alemania) y coordinador de PROCARDIO, relató los
descubrimientos realizados hasta ahora por su equipo.
¿Cuáles son los objetivos principales del proyecto?
Profesor Mike Atkinson: PROCARDIO se diseñó con el propósito de
abordar un problema muy específico de la protección radiológica. Sabemos
que las dosis elevadas de radiación, como las recibidas en el
tratamiento oncológico o por la detonación de una bomba atómica, son
dañinas para el corazón humano. Lo que nos inquieta es que también
podrían ser nocivas para el corazón dosis muy inferiores, como las
recibidas en un emplazamiento nuclear o al someterse a procedimientos de
imagen médica con fines diagnósticos como un escáner TAC. Si esto es
cierto, habría que modificar la práctica clínica y los límites de dosis
en los centros de trabajo para conseguir una protección adecuada.
Lamentablemente, los indicios epidemiológicos disponibles acerca del
efecto cardíaco de estas dosis bajas resultan contradictorios. Uno de
los motivos principales de la falta de consenso es el método seguido
para predecir los efectos de las dosis bajas, que se basa en extrapolar
los indicios obtenidos a dosis elevadas, cuyos efectos son sencillos de
reconocer. Podría ser cierto que los efectos disminuyen de manera lineal
a medida que decrecen las dosis, pero también puede ser cierto que
exista cierto umbral por debajo del cual el daño debe ser nulo, o
incluso que las dosis bajas de cierta magnitud sean más dañinas de lo
previsto según el modelo lineal. La única forma de averiguar la
verdadera relación entre la dosis y el efecto, para poder extrapolar los
efectos incluso a dosis bajas, pasa por comprender los mecanismos
biológicos de acción de la radiación en el corazón.
¿Qué novedades o innovaciones comporta el enfoque de este proyecto?
Nuestras nociones acerca de los efectos cardiovasculares de la
radiación se fundamentan en gran medida en las experiencias de
observación de dosis muy elevadas, casi letales. En esos casos son
manifiestos los daños a los tejidos y la muerte de células, que provocan
la insuficiencia del corazón por la destrucción de funciones vitales o
respuestas inflamatorias en masa a los daños sufridos.
En PROCARDIO hemos desechado esas presunciones y empezado de cero
absoluto, sin suposición alguna sobre los mecanismos que entran en juego
a dosis bajas. Hemos formulado una serie de hipótesis nuevas para
explicar los efectos de la radiación a dosis bajas, tasas de dosis bajas
(exposiciones agudas frente a crónicas), los efectos de distintas
clases de radiación (por ejemplo, fotones frente a iones pesados) y los
tipos de células implicadas de forma directa e indirecta en respuesta a
los daños causados por la radiación. Además, colaboramos en un extenso
estudio epidemiológico financiado por la Unión Europea que trata sobre
individuos que han sobrevivido a un cáncer en su infancia. De este modo
pudimos obtener nuevos datos epidemiológicos sobre los efectos a largo
plazo de la radioterapia contra el cáncer, los cuales utilizamos para
comprobar nuestras hipótesis.
¿Cuáles fueron las principales dificultades encontradas y cómo se resolvieron?
Programamos actividades diversas, y por ello tuvimos que componer un
equipo de investigación extremadamente interdisciplinar. Muchos de sus
integrantes carecían de experiencia previa en investigación
cardiovascular. Este punto se solucionó conformando una comisión
internacional de asesores científicos dirigida por uno de los
cardiólogos más renombrados en los Estados Unidos. Otro escollo
importante fue la falta de instalaciones experimentales para el estudio
de los efectos crónicos de la radiación. Por esa razón, entablamos una
alianza estratégica con el Instituto de Ciencias Medioambientales de
Rokkasho (Japón), lo que supuso una de las colaboraciones pioneras entre
Europa y Japón en el campo de la investigación radiológica. El programa
de trabajo incluyó la colaboración con un proyecto afín (CEREBRAD)
dedicado a estudiar los riesgos que entraña la exposición del cerebro a
radiaciones. Conjugar dos grandes proyectos era una tarea formidable,
pero nos hemos esforzado mucho para mantener los vínculos entre ellos e
incluso ampliarlos, lo que ha incluido la organización conjunta de
sesiones científicas, la organización de actividades comunes de
formación y educación y el intercambio de tecnologías y resultados. Nos
enorgullece el acercamiento que se ha producido entre los dos proyectos,
lo que ha dado lugar, de forma inesperada, a una amplia fertilización
cruzada.
¿Se siente satisfecho con los frutos cosechados hasta ahora en el proyecto?
Aún es pronto para sopesar los resultados totales del proyecto, pero
PROCARDIO ya nos ha proporcionado varios descubrimientos científicos
apasionantes que cambian la manera de considerar los efectos
cardiovasculares de la radiación. Por ejemplo, vamos a demostrar que hay
dos tipos diferenciados de células que resultan afectadas por las dosis
bajas de radiación: las células endoteliales vasculares (que recubren
los vasos sanguíneos) y los cardiomiocitos (células contráctiles de los
músculos del corazón). Otro resultado directo de este trabajo es que
hemos identificado las mitocondrias (estructuras subcelulares que
producen energía) como el lugar donde se concentran los daños. Nuestros
ejercicios biomatemáticos han deparado toda una serie de modelos
matemáticos que servirán para esbozar la forma de la curva de respuesta a
las dosis una vez concluyan las tareas en el plano epidemiológico.
¿Qué etapas restan del proyecto? ¿Y al término del mismo?
Diversos integrantes del consorcio están obteniendo ya fondos de sus
respectivos países para prolongar la labor iniciada en el marco de
PROCARDIO. También hemos empezado ya a formular hipótesis nuevas que
sustituyan a las que han quedado invalidadas por nuestra labor
investigadora, avanzando así en nuestro conocimiento de los efectos de
la radiación.
¿Cuándo y cómo prevé que los pacientes empiecen a beneficiarse de su investigación?
Nuestra labor ya tiene una repercusión apreciable, gracias a que ya
nos hemos dirigido a los profesionales de la medicina y demás colectivos
interesados para concienciarles de los posibles riesgos sanitarios a
largo plazo que entraña para el corazón una exposición radiológica
incluso de dosis baja. Este conocimiento recién adquirido sobre los
riesgos para el corazón se aprecia ya en la planificación de las
terapias y en los procedimientos de imaginología, en el sentido de
reducir la exposición del corazón en la medida de lo posible. También
observamos un cambio de percepción del colectivo dedicado a la
protección radiológica, que ya no considera el corazón como un órgano
resistente a la radiación, protegido adecuadamente por la legislación
destinada a proteger contra el cáncer.
publicado: 2015-01-23