Un proyecto de investigación financiado por el Consejo Europeo de Investigación (CEI), denominado SMINC (Size Matters in Numerical Cognition) y publicado en el diario «Behavioural and Brain Sciences», ha permitido comprender mejor cómo, por qué y cuándo se produce la adquisición de las habilidades matemáticas comunes.
Según la teoría más extendida en la actualidad, las personas nacemos con un «sentido de los números», una habilidad innata para reconocer diferentes cantidades, como el número de artículos que hay en un carrito de la compra, y esta habilidad mejora a medida que cumplimos años. Los planes de estudios de matemáticas en educación infantil y las herramientas para el diagnóstico de discapacidades del aprendizaje específicas de las matemáticas, como la discalculia, se han basado en este consenso. La discalculia es un trastorno cerebral que dificulta a quien la padece encontrar sentido a los números y los conceptos matemáticos.
«Si conseguimos comprender el modo en el que el cerebro aprende las matemáticas y cómo asimila los números y otros conceptos matemáticos más complejos que dan forma al mundo en el que vivimos, seremos capaces de enseñar las matemáticas de una manera más intuitiva y amena», explica la autora del estudio, la Dra. Tali Leibovich. «Este estudio es el primer paso para la consecución de este objetivo».
En concreto, el estudio, realizado de forma conjunta entre investigadores de la Universidad Ben-Gurion de Negev (BGU, Israel) y la Universidad de Western Ontario (Canadá), cuestiona la teoría imperante del «sentido de los números». Otras teorías apuntan a la existencia de un «sentido de la magnitud» que permitiría a las personas diferenciar entre «magnitudes continuas», como la densidad de dos grupos de manzanas o la superficie total de dos bandejas de pizza, y que es incluso más básico y automático que el supuesto sentido de los números.
El equipo de investigadores sostiene que comprender la relación entre tamaño y número resulta fundamental para desarrollar habilidades matemáticas superiores. Mediante la combinación de números y tamaño (como área, densidad y perímetro), podemos tomar decisiones de forma más rápida y eficiente.
Un ejemplo práctico de este concepto sería el modo en el que elegimos la cola más rápida en el supermercado. Aunque la mayoría de la gente se pondría intuitivamente detrás de alguien cuyo carrito pareciese menos lleno, en realidad, un carrito más rebosante pero con menos productos y de mayor tamaño podría ser una opción más rápida. Los investigadores aducen que la forma en que tomamos este tipo de decisiones revela que las personas utilizan la correlación natural entre números y magnitudes continuas para comparar las magnitudes.
El equipo del proyecto también reclama que se tenga en cuenta la influencia de otros factores, como el idioma y el control cognitivo, en la adquisición de los conceptos numéricos. Si bien los modelos teóricos expuestos en el artículo podrían suscitar más preguntas que respuestas, el equipo de investigadores confía en que su hipótesis revele nuevas formas de identificar la discalculia, que en la actualidad solo se puede diagnosticar en niños en edad escolar. Tiene su importancia, porque los niños que padecen el trastorno en este estadio ya están rezagados con respecto a sus compañeros. Por ello, un diagnóstico lo más temprano posible permitiría aplicar medidas de apoyo adecuadas.
«Gracias a este nuevo abordaje podremos desarrollar herramientas de diagnóstico que no requieran conocimientos matemáticos reglados, lo que permitirá diagnosticar y tratar la discalculia antes de la edad escolar», afirma la Dra. Leibovich.
El proyecto SMINC, gestionado desde la BGU, concluirá en agosto de 2017 y ha recibido más de 2,5 millones de euros en fondos de la Unión Europea.
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