Tendencias científicas: ¿Sueñan los androides con hacer horas extra?
El miedo a perder el puesto de trabajo en beneficio de alguien que pueda desempeñar las mismas funciones más rápido, a un coste menor y tal vez de manera más creativa viene de lejos. Igualmente recurrente es la perspectiva del surgimiento de una nueva clase privilegiada con más tiempo de asueto, una vez liberada de las tareas rutinarias, repetitivas y aburridas. Ahora que algunas previsiones indican que el 35 % de los puestos de trabajo del Reino Unido corren riesgo de ser automatizados en un plazo de veinte años, cabe analizar cuáles son las tareas más afectadas.
Cuando hace poco se inauguró en San Francisco un establecimiento denominado «Café X» en el que se sirve café preparado por un robot, la profesión de barista subió drásticamente en la lista de trabajos para los que la automatización representa una amenaza cada vez más real. Una investigación a cargo de Deloitte —consultora empresarial— y de la Universidad de Oxford publicada el pasado año reveló que en el Reino Unido existe una probabilidad del 77 % de que 1,3 millones de puestos de trabajo administrativos y manuales «repetitivos y precedibles» pasen a estar automatizados.
Quizás lo que causó mayor sorpresa fue la variedad de labores que podrían ser desempeñadas por trabajadores cibernéticos. Mientras que los operarios de fábricas están acostumbrados desde hace décadas a la automatización de tareas repetitivas, de precisión y físicamente exigentes, en la lista también se incluyeron labores realizadas por agentes de policía, docentes e incluso altos ejecutivos. Una investigación similar efectuada por McKinsey —consultora estadounidense— confirmó esas conclusiones.
Quizás para no ser acusados de pasividad y dado que los agentes de seguros encabezan la lista de profesiones amenazadas, la compañía aseguradora Aviva habría remitido —según noticias recientes— un escrito a sus dieciséis mil trabajadores del Reino Unido preguntándoles si consideraban que su puesto podía automatizarse. Curiosamente, y para espantar el fantasma de las máquinas, a los trabajadores que realizasen voluntariamente tal revelación se les ofrecía el incentivo de recibir reciclaje profesional.
El debate actual en torno a esta cuestión se debe seguramente a la evidente proliferación de innovadores dispositivos autónomos —como puedan ser los automóviles sin conductor que está desarrollando Google, entre otros— que están a la vanguardia de este cambio. A esto hay que sumar la —deliberadamente— imperceptible y omnipresente naturaleza de la tecnología denominada «el Internet de las cosas».
¿Hasta qué punto deberían preocuparse los ciudadanos? Quien conozca el término ludismo bien podría responder con otra pregunta: ¿acaso no ha ocurrido siempre lo mismo? Los analistas más optimistas apuntan a que, aunque la innovación impulsa el cambio —materializado en ajustes sociales—, rara vez la realidad resulta exclusivamente negativa, inmutable o incluso predecible.
La investigación de McKinsey señala que el debate resulta engañoso si por «trabajo» nos referimos a «puesto de trabajo», afirmando que únicamente se automatizarán algunas de las funciones, lo que conducirá a una redefinición de los empleos de la misma forma en que los cajeros automáticos transformaron el puesto de empleado de banco. Los investigadores determinaron que, en la actualidad, la proporción de puestos de trabajo que podrían automatizarse completamente en los Estados Unidos sería inferior al 5 %. Eso sí, también concluyeron que en un 60 % de los casos resultaría posible automatizar alrededor de un tercio de las tareas.
Además, los más optimistas recuerdan que tras dos siglos de automatización las tasas de empleo neto han aumentado en lugar de decrecer. Otro estudio realizado por Deloitte señala que, pese a que la automatización ha reducido el número de puestos de trabajo en los sectores de la agricultura y la fabricación en el Reino Unido durante los últimos ciento cincuenta años, el crecimiento en el ámbito empresarial, en el sector de los servicios tecnológicos, así como en las profesiones relacionadas con la asistencia y de carácter creativo ha compensado con creces dicha pérdida.
En lugar de estar ante un futuro distópico o utópico, probablemente la realidad resultará mucho más trivial, ya que los responsables políticos y los legisladores trabajarán para abordar diferentes cuestiones como pueda ser la responsabilidad en caso de accidente en el que estén involucrados automóviles sin conductor. Hace apenas unos días, Bill Gates incluso sugirió que debería aplicarse un impuesto a los robots que reemplacen a trabajadores humanos. Actualmente algunos diputados del Parlamento Europeo solicitan a la Comisión Europea que se establezca una personalidad jurídica para los robot con el fin de, aparte de aprovechar su potencial económico, salvaguardar la protección y la seguridad —incluida la laboral— de los ciudadanos.
Cabe preguntarse si los debates centrados en las responsabilidades de los robots también se ampliarán para tratar sus derechos. Pero esta cuestión desemboca en el concepto de inteligencia artificial, y ello trasciende el alcance de este artículo (salvo que el ordenador de este redactor tenga otra opinión).
publicado: 2017-03-03