Las posibilidades que ofrece la impresión 3D parecen infinitas, desde 
edificios y chocolates hasta robots y vestidos de gala, por citar unos 
pocos ejemplos. Pero no se apresure a tirar a la basura su obsoleta y 
aparatosa impresora de chorro de tinta, ya que un día podría servirle 
para diagnosticarle una enfermedad.
Investigadores de la Institución Catalana de Investigación y 
Estudios Avanzados (ICREA) y del Instituto Leibniz de Investigación de 
Materiales y del Estado Sólido de Dresde han creado unos transistores de
 plástico imprimibles que son capaces de detectar patógenos en la sangre
 y la saliva y que, en un futuro podrían servir para diagnosticar 
enfermedades.
Dichos transistores reconocen los biomarcadores proteínicos de 
varias enfermedades comunes y se activan únicamente en su presencia. New
 Scientist informa que puede imprimirse con una impresora de chorro de 
tinta, para lo cual se necesita una tinta especial que lleva integrado 
un anticuerpo humano común, la inmunoglobulina G: «Este anticuerpo se 
une a los antígenos de varios virus, bacterias y hongos que son comunes.
 La proteína propia de una enfermedad se une a un anticuerpo y modifica 
las propiedades eléctricas del transistor, lo que a su vez altera el 
nivel de tensión al que se activa». El equipo responsable señaló a New 
Scientist la posibilidad futura de que los facultativos impriman una 
lámina de estos dispositivos (cada uno portador del antígeno de una 
enfermedad distinta) y, así, puedan diagnosticar a personas casi al 
instante.
Un aspecto fundamental de esta investigación, según señala el 
Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), es que los 
científicos han indagado en una alternativa interesante a los 
transistores de película fina (TFT) inorgánicos (de silicio) que está 
basada en TFT orgánicos (OTFT). Estos podrían producirse en serie 
empleando tecnología de impresión convencional y funcionar con 
materiales de coste reducido.
Tony Turner, director del Centro de Biosensores y Bioelectrónica de 
la Universidad de Linköping (Suecia), declaró a New Scientist sentirse 
impresionado con la prueba de concepto realizada, aunque también señaló 
algunos obstáculos potenciales.  «Aúna la sofisticación de los 
biosensores electroquímicos avanzados con una técnica de fabricación muy
 sencilla —subrayó—. Podrían plantear problemas las posibles 
interferencias causadas por cambios en el pH en las muestras reales. 
Pero, en conjunto, para crear medios móviles de diagnóstico aplicables a
 la sanidad, la seguridad alimentaria y la vigilancia del medio 
ambiente, se necesitan generaciones nuevas de sistemas de detección que 
sean económicos como este».
El ICN2 señala que también quedan pendientes varias deficiencias que
 son inherentes al dispositivo, principalmente relacionadas con su 
estabilidad a largo plazo y su fiabilidad.
Para más información, consulte:
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/adfm.201401180/abstract