Las agujas hipodérmicas y las moscas pueden resultar amenazantes o repulsivas, pero no hay nada que provoque una respuesta semejante en los sujetos que participaron en un experimento reciente. La reacción visceral de las personas que sufren aracnofobia —un 4 % de la población del Reino Unido afirma padecerla— no es cultural, parece ser innata.
Las arañas comunes, de jardín o domésticas no representan ningún peligro. Sin embargo, la visión de un bulto con patas que corretea por un rincón de la habitación es suficiente para hacer que muchas personas sientan miedo o repugnancia. En teoría, durante la evolución del ser humano el contacto con algunas especies peligrosas habría sido común, aunque en la actualidad no supongan una amenaza. Distintas especies con venenos potentes habitaban en África antes de los homínidos, con los que han coexistido durante decenas de millones de años.
Joshua New, del Departamento de Psicología de la universidad Barnard College de Nueva York y su colega Tamsin German publicaron sus hallazgos en un artículo titulado
«Spiders at the cocktail party: an ancestral threat that surmounts inattentional blindness» y publicado en la revista «Evolution and Human Behavior». En el documento afirman que «el sistema visual humano podría conservar mecanismos ancestrales dedicados exclusivamente a detectar rápidamente amenazas inmediatas y concretas —tales como arañas y serpientes— que han sido recurrentes durante su evolución».
Reconocer la aracnofobia
A los sujetos participantes se les mostraron imágenes abstractas en las que se incluían otros elementos que desencadenan miedo y repulsión tales como agujas y moscas. De las 252 personas que conformaban el estudio, la mayoría reconoció las arañas mucho más rápido que otras imágenes que inducen estas sensaciones. Las imágenes de arañas atrajeron más atención; los participantes las detectaron e identificaron. Los autores señalaron que «a pesar de que su presencia era realmente escasa, una proporción muy elevada de los participantes detectaron, localizaron e identificaron las arañas».
Según los autores, sus pruebas se servían del paradigma de ceguera por falta de atención, en el que un estímulo periférico inesperado se presenta de manera que coincida con una imagen central relevante para la realización de una tarea. «Las arañas podrían ser una de las escasas amenazas que han persistido a lo largo de la evolución humana y cuya detección visual está determinada de forma inherente y ''configurada'' para atraer la atención independientemente de cualquier conocimiento previo, aspecto personal importante o la relevancia de la tarea en curso», aseveran los autores.
Los autores afirman que los resultados respaldan la teoría de que los humanos «podrían disponer de un mecanismo cognitivo para detectar animales concretos que durante su evolución representaron un peligro potencial».
No se trata de la primera vez que se analiza este fenómeno. En el año 2008, la revista «Cognition» publicó el estudio titulado «Do infants possess an evolved spider-detection mechanism?». Esta investigación reveló que los bebés miraban a las arañas durante periodos de tiempo más prolongados que a otras imágenes. Sus autores, David Rakison y Jaime Derringer hablaban de «un mecanismo desarrollado de reconocimiento de depredadores centrado de manera concreta en la aparición de amenazas recurrentes».
Rakinson declaró en «Inside Science» que «al menos en el caso de los niños, apenas existen evidencias que pongan en duda que, en el procesamiento visual de los seres humanos, las arañas y las serpientes ostentan un gran protagonismo».