No hace mucho tiempo, en la década de los años sesenta, cuando la moda hippie se encontraba en su apogeo, las personas de sesenta años se consideraban viejas. La esperanza de vida mundial se situaba entonces por debajo de los cincuenta y cinco años. Sesenta años ahora no se considera tanto debido a las mejoras en la esperanza de vida (setenta años de media mundial), la salud y el estilo de vida.
Sin embargo, este cambio en la realidad no se ve reflejado en las políticas a la hora de calcular el envejecimiento y las clasificaciones relevantes que siguen caracterizando estigmas sociales relacionados con la edad.
Don investigadores se propusieron rebatir estas ideas y las mediciones convencionales del envejecimiento. Warren Sanderson, de la Universidad Stony Brook de Nueva York, y Sergei Scherbov, director adjunto del Programa de Población Mundial del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), trabajaron para cambiar la idea que se posee sobre la edad y el envejecimiento durante más de una década. «Para hacer frente a estas ideas es necesario crear un método nuevo, ya que las medidas convencionales del envejecimiento están desfasadas, son equívocas y no tienen en cuenta las variaciones espaciales y temporales de las características de las personas. Tomando en cuenta las características en evolución de grupos de personas, como la esperanza de vida y la capacidad cognitiva, es posible construir medidas nuevas y multidimensionales del envejecimiento. Estas nuevas medidas proporcionan perspectivas nuevas cuestiones de políticas de gran calado», explicó Sanderson.
El envejecimiento poblacional se produce cuando la edad media de un país aumenta al aumentar la esperanza de vida y reducirse el índice de fertilidad. Sin embargo, los nuevos hallazgos del estudio de Sanderson y Scherbov publicados en la revista «PLOS» proporcionan medidas más precisas de predicción de la población basadas en características. «Las nuevas medidas basadas en las características, desarrolladas en IIASA, ofrecen una evaluación más precisa de los retos que supone el envejecimiento poblacional y los efectos de las políticas que se redactan para superarlos», destacó Scherbov. Sus medidas nuevas se basan en proyecciones probabilísticas de datos ofrecidos por las Naciones Unidas para ilustrar científicamente que la edad real no es necesariamente la mejor medida del envejecimiento humano en sí, sino cómo el envejecimiento debe basarse en el número de años que es probable que se viva.
«Lo que es importante en el envejecimiento es cómo son desenvolvemos, no cuántos cumpleaños hemos celebrado. Así que hemos desarrollado un nuevo conjunto de medidas del envejecimiento que se ajusta a los cambios en la esperanza de vida», sentenció Sanderson.
Por lo tanto, aunque hoy en día los mayores de sesenta años son por lo general más activos y sanos y presentan un rendimiento cognitivo mejor, las medidas tradicionales de envejecimiento aun ampliamente aplicadas por nuestros políticos de basan en la edad cronológica y clasifican a las personas con respecto a la misma. «Estas organizaciones, a través de sus políticas y documentos clasifican a las personas con sesenta y cinco años como viejos. Como no tienen en cuenta los cambios en las características de las personas, como las mejoras en la esperanza de vida y la salud, estas medidas son cada vez más inadecuadas tanto para el análisis tanto científico como político. Ahora está surgiendo un paradigma nuevo que tiene en cuenta varias características de las personas, entre las que se incluye su edad cronológica entre otros muchos factores», explicó Sanderson.
Aunque ambos investigadores son plenamente conscientes de que no se puede lograr que de la noche a la mañana los políticos ajusten las medidas, políticas y actitudes públicas de acuerdo con un «enfoque de características» que tenga en cuenta una visión más integral del envejecimiento de la población.
El proyecto RE-AGING, financiado con fondos europeos y que contribuyó a los resultados expuestos en el estudio publicado en «PLOS», finalizará en marzo de 2019. El proyecto se propone desarrollar nuevos métodos para el estudio de la edad y el envejecimiento adecuados para las condiciones del siglo XXI.
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