¿Ha salido el genio de la botella y entrado en el ámbito clínico?
A principios de este mes se publicó que un equipo de Estados Unidos y Corea del Sur había modificado ADN causante de una enfermedad embriones, todo un hito en la largamente esperada revolución genética en el ámbito médico. Sin embargo, a los que reconocen el logro se ha sumado la tradicional mezcla de discursos utópicos y distópicos. Pero, ¿hacen estos discursos un examen comedido del logro?
Hay quien mantiene que tras el descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN y el mapa completo del genoma humano, la tecnología de edición de ADN constituye el amanecer de una nueva era genética. En 2015 la revista «Science» calificó la técnica conocida como CRISPR, alabada por su efecto democratizador en la edición génica gracias a lo fácil y barato que resulta emplearla, como el logro del año.
A principios de este mes, un estudio publicado en «Nature» describió cómo un equipo de investigación surcoreano y estadounidense pudo emplear la tecnología CRISPR para eliminar una mutación genética en embriones que provoca que crezcan las paredes cardíacas, lo cual puede degenerar en insuficiencia cardíaca súbita. La enfermedad, denominada cardiomiopatía hipertrófica (CMH), afecta a una de cada quinientas personas y está relacionada con la muerte súbita de jóvenes por lo demás sanos, como ha sido el caso de algunos atletas profesionales. La CMH se origina por un error en un gen y cualquiera que lo posea tiene una probabilidad del 50 % de transmitirlo a sus hijos. De hecho, lo más importante de esta nueva técnica es la posibilidad de detener la transmisión de la enfermedad a futuras generaciones.
Para demostrar la prueba de principio, el equipo científico utilizó esperma de un voluntario que poseía la mutación genética para fertilizar óvulos donados. Tras cinco días de desarrollo embrionario, se comprobó que el 72 % de los embriones carecían de las mutaciones que provocaban la enfermedad.
Una de las innovaciones principales de la técnica fue la temporización de la intervención. El equipo inyectó maquinaria de edición génica CRISPR-Cas9 en los óvulos durante su fertilización, superando dos escollos que habían obstaculizado intentos anteriores. En primer lugar, el «mosaicismo» mediante el que la mutación genética problemática no se corrige en todas las células embrionarias y por tanto permanece intacta en algunas. En segundo lugar, la creación de mutaciones «fuera de foco» o no intencionadas que provocan problemas nuevos como un aumento del riesgo de cáncer.
¿Qué podamos significa que debemos hacerlo?
En China ya se habían modificado genomas de embriones humanos hace unos años cuando un equipo de investigadores lo logró con una pequeña cantidad de sus ochenta y seis embriones no viables. Este último caso es el primero que lo logra con esta técnica fuera de China. Implantar un embrión modificado genéticamente aún es ilegal en muchos países, pero hay quien argumenta que este hito nos acerca inexorablemente a los ensayos con humanos.
Sin embargo, los detractores de este tipo de modificación de células germinales indican que los genes suelen realizar más de una función en el organismo, por lo que un ajuste en una zona podría tener consecuencias no deseadas en otra. Además, las consecuencias podrían no detectarse ya que los genes afectados pueden escapar al ámbito de los experimentos.
De hecho, no existe un consenso entre la comunidad genética sobre si los beneficios son mayores que los riesgos de seguridad. En un artículo publicado en «Nature» en 2015, un grupo de investigadores solicitó una moratoria a la modificación de células germinales humanas. Argumentaron que, además de tener «efectos impredecibles sobre las generaciones futuras», las tecnologías actuales podrían provocar una reacción negativa entre la población que frenase el desarrollo de cambios genéticos terapéuticos no destinados a ser heredables.
A los debates éticos sobre los límites de la corrección permisible en las enfermedades, se unen las preocupaciones por un futuro en el que la tecnología servirá para la mejora humana. Esta investigación ha vuelto a acercar el debate a los medios de comunicación en torno a si lo logrado nos dirige hacia la creación de «bebés de diseño», con un planeta dividido en gente con ciertas características genéticas que no tienen otros.
Quizás la mejor contestación a aquellos que defienden posiciones extremas y opuestas procede del propio estudio al ofrecer un intrigante giro de guion en las ya muy entrecruzadas hebras de la ciencia ficción y la realidad. El genoma de la prueba, tal y como se esperaba, no trata a la nueva sección de ADN modificado por CRISPR como una plantilla para la integración en su código a fin de que reemplace el gen defectuoso. Por el contrario, la técnica dañó el gen mutado en el esperma del padre, lo que provocó que se copiase una versión saludable del óvulo de la madre.
En consecuencia, la técnica sólo funciona cuando un padre ya posee una versión sana del gen, lo que complica la noción de elección simple en un menú genético.
Quizás junto con la erradicación de la enfermedad que detiene el corazón, también deberíamos reducir los titulares de infarto.
publicado: 2017-08-11