Variantes genéticas que influyen en las preferencias alimentarias: un estudio sobre el pollo al curry estilo korma

Una novedosa investigación apoyada por los proyectos STILTS y NEUROFAST, financiados con fondos europeos, ha puesto de manifiesto que las personas que poseen variantes en determinado gen muestran mayor predilección por los alimentos ricos en grasas y menor preferencia por los alimentos azucarados.

La investigación, a cargo de la Universidad de Cambridge, representa uno de los primeros estudios destinados a demostrar la existencia de una relación directa entre las preferencias alimentarias y determinadas variantes genéticas en seres humanos. El trabajo se basa en estudios previos realizados con ratones. En los mismos, se descubrió que la alteración de una vía cerebral concreta relacionada con la función del receptor de la melanocortina 4 (MC4R) puede provocar que los ratones incrementen considerablemente su ingesta de grasas. Sin embargo, lo inusual estribó en que se redujo drásticamente su consumo de azúcares.

Pollo al estilo korma y fresas con nata y merengue

En su trabajo, publicado recientemente en la revista «Nature Communications», un grupo de investigadores de Cambridge ha demostrado la existencia de una correlación similar en humanos que poseen el gen MC4R. En el estudio, los investigadores ofrecieron a los participantes la posibilidad de comer todo el pollo al curry estilo korma —uno de los platos más populares en el Reino Unido— que desearan. Se prepararon tres opciones de korma diferentes, de idéntico aspecto y sabor, pero con diferentes contenidos en grasas: con un 20 % (bajo), un 40 % (medio) y un 60 % (alto) de las calorías totales. En el estudio participaron personas delgadas, obesas y personas cuya obesidad se debía a un defecto del gen MC4R —que afecta a alrededor de un 1 % de las personas con sobrepeso—.

Tras probar una pequeña cantidad de los tres tipos, los participantes podían escoger libremente qué variedades comer. Cabe destacar que no podían detectarse las diferencias entre los distintos platos y que no eran conscientes de que el contenido en grasas variaba entre ellos. El equipo descubrió que, aunque no se produjeron diferencias significativas en la cantidad de comida ingerida por cada grupo, las personas con defectos en el gen MC4R consumieron casi el doble de la variedad con mayor nivel de grasas que las personas delgadas, y un 65 % más que los participantes con sobrepeso que no presentaban esta alteración genética.

En un segundo experimento, se sirvió a los participantes «Eton mess», un postre tradicional inglés que contiene fresas, nata montada y merengue. Una vez más, los comensales disponían de tres opciones para escoger, aunque en este caso eran las concentraciones de azúcar las que variaban entre baja, media y alta. El contenido en grasas de las tres era idéntico. Nuevamente, los participantes podían servirse cualquiera de los tres postres con absoluta libertad.

Las personas delgadas y las obesas prefirieron la variedad con mayor contenido en azúcares. En cambio, los participantes afectados por el defecto en el gen MC4R mostraron una menor inclinación por el postre con más azúcar y comieron una cantidad considerablemente inferior de cualquiera de las tres opciones que los otros dos grupos. En el caso del grupo con defectos en el gen MC4R, esta tendencia hace que sean más propensos a ganar peso. El equipo de investigación cree que, en lo que respecta a estas personas, la disfunción de la vía del MC4R puede producir una predilección subconsciente por los alimentos con un contenido elevado en grasas, lo que contribuye a su problema de sobrepeso.

Un mecanismo de supervivencia contra la inanición

«Nuestro trabajo demuestra que, incluso si se controla con sumo cuidado la apariencia y el sabor de los alimentos, el cerebro puede determinar su contenido en nutrientes», explicó la profesora Sadaf Farooqi, máxima responsable de la investigación realizada en Cambridge. «En la mayoría de los casos ingerimos alimentos que son ricos tanto en grasas como en azúcares. Al analizar minuciosamente ambos nutrientes de forma separada en este estudio y al incluir a un grupo relativamente poco usual de personas afectadas por un defecto en el gen MC4R, conseguimos demostrar que existen vías cerebrales específicas capaces de modular las preferencias alimentarias».

La profesora Farooqi y sus compañeros opinan que tanto humanos como animales podrían haber desarrollado vías en el cerebro que modulan la preferencia por alimentos con concentraciones elevadas de grasas de cara a sobrevivir ante la falta de alimentos. «Cuando los alimentos escasean, se necesitan reservas de energía que se puedan emplear en caso de necesidad. Las grasas proporcionan el doble de calorías por gramo que los hidratos de carbono o las proteínas y se pueden almacenar en el organismo con facilidad», explica la profesora Farooqi. «Dado esto, disponer de una vía que nos impele a ingerir más grasas que azúcares —un tipo de nutriente que sólo puede almacenarse en zonas limitadas del cuerpo— supondría un modo muy eficaz para evitar la inanición».

El proyecto NEUROFAST concluyó su labor en marzo de 2015, mientras que el proyecto STILTS, dotado con financiación del Consejo Europeo de Investigación (CEI), seguirá en funcionamiento hasta diciembre de 2016.

Para más información, consulte:
Página del proyecto STILTS en CORDIS

publicado: 2016-10-13
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