Agricultura, silvicultura y pesca

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Gracias a la financiación de la Unión Europea se ha garantizado la consolidación de una red de colaboración transnacional dedicada a fomentar la sanidad vegetal.
La degradación de alimentos y piensos provocada por micotoxinas es un problema bastante extendido a nivel mundial. Un consorcio de empresas está preparando ahora prototipos de dispositivos de prueba de micotoxinas para su posible aplicación comercial.
Cerca de un tercio del alimento producido para el consumo humano en el mundo se pierde o se desperdicia, lo que significa un gran despilfarro de recursos naturales y humanos e incluso su agotamiento. Un equipo de científicos de la Unión Europea desarrolla tecnologías rentables para mejorar el tratamiento de los residuos alimentarios.
Unos investigadores han estudiado proteínas de transporte del fosfato tanto en plantas como en animales. El metabolismo del fosfato es clave en la agricultura moderna.
Unos investigadores han diseñado un nuevo método de pasteurización de la miel que no altera su valor nutricional o su calidad.
Comprender la epidemiología de las enfermedades es clave para tomar las medidas de intervención adecuadas. Un modelo predictivo podría ayudar significativamente a este proceso gracias a la evaluación del impacto de varias estrategias para el bienestar y la salud de los cerdos.
La industria olivarera europea se enfrenta a un hongo edáfico patógeno. Un proyecto contó con fondos europeos para desarrollar un dispositivo de evaluación rápida de muestras basado en métodos electroquímicos y de amplificación del ADN para contener los brotes.
En el marco de un proyecto dotado con fondos europeos se examinaron distintas técnicas de secado de alimentos sensibles al calor. Se trata de métodos nuevos que aceleran el secado y reducen el consumo energético.
El equipo científico de un consorcio multidisciplinario observa la naturaleza con el propósito de transformar la biomasa de residuos agrícolas en productos industriales de utilidad a través de un proceso ecológico.
En los últimos años, la seguridad alimentaria se ha situado entre los temas políticos prioritarios. Sin embargo, pese a los inmensos avances logrados, sigue habiendo algunos problemas y cierta inquietud. El temor por los riesgos planteados por los alimentos ya no guarda tanta relación con garantizar el suministro y la variedad de productos, sino más bien con la seguridad, el bienestar animal, la salud vegetal, el etiquetado y la trazabilidad.
Las esponjas se antojan, a primera vista, como una fuente improbable de innovación, y sin embargo encierran la clave para la obtención de nanotecnologías nuevas, dispositivos ópticos innovadores y formas nuevas de regenerar tejido óseo humano y de prevenir enfermedades de los huesos. ¿Le resulta inverosímil? No para Werner E.G. Müller. En el marco del proyecto BIOSILICA, él y su equipo están desarrollando maneras de adaptar los complejos procesos de los que se valen las esponjas para construir sus fabulosas estructuras de biosílice con vistas a emplearlas en implantes biodegradables que se espera faciliten la curación de huesos tras sufrir fracturas o someterse a cirugía.
Aunque la posibilidad de utilizar la biomasa de origen vegetal como fuente de energía renovable se conoce desde hace tiempo, sorprendentemente, los beneficios netos económicos y medioambientales de este tipo de energía solo se han calculado sobre el papel. El profesor Reinhart Ceulemans y su equipo han puesto en marcha una plantación forestal experimental en la provincia belga de Flandes Oriental para remediar esta carencia y aportar datos reales que puedan respaldar futuras decisiones en materia de política energética.
Casi 842 millones de personas en todo el mundo padecen desnutrición crónica, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El mundo se enfrenta a enormes desafíos de cara a lograr la seguridad alimentaria de una población mundial que se espera alcance los nueve mil millones en 2050. Con la ayuda del Consejo Europeo de Investigación (CEI), el profesor Malcolm Bennett, de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), está tratando de mejorar los rendimientos de los cultivos mediante una mejor comprensión del sistema radicular y de su crecimiento.
El arroz, el maíz, la soja y el trigo son la fuente principal de nutrientes para más de dos mil millones de personas residentes en países pobres. Con el cambio climático y el incremento del CO2 en el aire que respiramos, el valor nutricional de estos alimentos (ya de por sí bajo en comparación con la carne, por ejemplo) no hará sino decrecer.
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