Las micotoxinas son toxinas segregadas por organismos pertenecientes a la familia de los hongos capaces de colonizar cultivos, especialmente en condiciones de humedad, pudiendo infectar así la cadena alimentaria con consecuencias que pueden ser mortales para humanos y animales. Guardan relación con múltiples problemas de salud, como el cáncer y diversas afecciones gastrointestinales, urogenitales, vasculares, renales y nerviosas. Algunas micotoxinas incluso afectan al sistema inmunitario y reducen la resistencia a enfermedades infecciosas. Su impacto también es económico al reducir la productividad del ganado y perjudicar el comercio.
A pesar de los muchos años de investigación en la materia y la introducción de buenas prácticas en la cadena de suministro, las micotoxinas siguen siendo un problema persistente. Este reto se enmarca en un contexto más amplio del cambio climático y su influencia en la producción agrícola, así como en la necesidad de contar con fuentes fiables de alimentos para una población mundial en continuo crecimiento. El proyecto financiado con fondos de la Unión Europea MYCOKEY se creó para generar tecnologías integradas con las que gestionar con eficacia y sostenibilidad las micotoxinas en la cadena alimentaria humana y animal. El proyecto se dedica al maíz, el trigo y la cebada —los cultivos más afectados— en Europa y China, país este último que ve aumentar los casos de contaminación y se propone instaurar controles similares a los de la UE.
Técnicas más ecológicas en el horizonte
El proyecto MYCOKEY (Integrated and innovative key actions for mycotoxin management in the food and feed chain) informó en la revista «Molecules» de sus grandes logros para combatir la micotoxina ocratoxina A (OTA).
Tal y como se explica en el artículo, la OTA es una micotoxina producida por varias especies de los hongos Aspergillus y Penicillium. Su riesgo para la salud humana deriva de su presencia mundial en el trigo y otros cereales (el mayor foco de exposición humana), granos de café, legumbres, frutos secos y el vino. La UE cuenta con normativas que indican las concentraciones máximas de OTA en trece categorías distintas de alimentos para contrarrestar este peligro y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) estableció una ingesta semanal tolerable de OTA de ciento veinte nanogramos por kilo de peso corporal.
En el artículo científico publicado se informa de que el equipo desarrolló un «método más rápido, respetuoso con el medio ambiente e inédito para determinar la presencia de ocratoxina A». El método validado se basó en la utilización de disolventes eutécticos profundos (DES) basados en cloruro de colina. Los DES son fluidos normalmente creados mediante la mezcla de sales cuaternarias de amonio con sales metálicas o donantes en los enlaces de hidrógeno. En el artículo se informa también de que el método es similar al empleo de «disolventes orgánicos volátiles convencionales y peligrosos típicos de los métodos oficiales y estandarizados». La obtención de OTA de muestras de trigo candeal infectadas mediante el método de cloruro de colina fue del 89 %, mientras que con el método tradicional de mezcla de agua y acetonitrilo se llega al 93 %.
El método también es respetuoso con el medio ambiente, pues es biodegradable, reciclable, presenta una volatilidad baja y su toxicidad es poca o nula. Más importante, esto también implica que los trabajadores se exponen menos a sustancias tóxicas.
El equipo señaló que una de las virtudes de la técnica basada en DES reside en que sus propiedades físico-químicas permiten ajustes que amplíen su utilidad en el campo del control y la higiene de los alimentos. Esta es una buena noticia si se tiene en cuenta que las micotoxinas suponen un coste de 3 000 millones de euros anuales para el sector agrícola europeo, amén de los riesgos que conllevan para la salud tanto humana como animal.
Más herramientas en desarrollo
Uno de los objetivos del proyecto es desarrollar una técnica innovadora con la que obtener y difundir conocimientos sobre la gestión de las micotoxinas que resulte útil para políticos y redes de conocimiento. Para lograrlo, el equipo del proyecto trabaja en una herramienta informática titulada «MycoKey App» que ofrecerá consejos prácticos para las intervenciones y apoyo general a las decisiones en forma de información precisa sobre el grado de riesgo de contaminación y predicciones al respecto. El proyecto también propondrá opciones alternativas y seguras para aprovechar las partidas contaminadas. En paralelo a estos esfuerzos se realizará una selección y mejora de varias herramientas de detección de micotoxinas. Estas se diseñaron para lograr un uso rentable sobre el terreno durante el almacenamiento, el procesado y el transporte.
MYCOKEY también trabaja en el diseño de técnicas de prevención, intervención y remediación que sean fiables, sostenibles y más respetuosas con el medio ambiente.
Para más información, consulte:
Sitio web del proyecto