En los últimos meses, las consecuencias medioambientales de las microesferas de plástico han adquirido la condición de prioridad política urgente. Así, el Gobierno británico se dispone a prohibir dichas microesferas en cosméticos y productos de limpieza antes de que acabe 2017. A esta decisión le precede un informe emitido por la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de los Comunes del Reino Unido en el que se afirmaba que una sola ducha puede comportar el vertido al océano de cien mil partículas de plástico. Francia y los Estados Unidos también han tomado ya medidas con vistas a imponer restricciones similares.
Un descubrimiento alarmante
Tras realizar una expedición en el buque de investigación James Cook al Atlántico central y el suroeste del Índico, investigadores de las universidades de Bristol y Oxford han encontrado microesferas de plástico en el interior de cangrejos hermitaños, langostinos y pepinos de mar capturados a profundidades de entre trescientos y mil ochocientos metros. En total, se estudiaron nueve organismos y se encontraron microplásticos en seis de ellos. Es la primera vez que se demuestra la ingestión de microplásticos por parte de animales hallados a tanta profundidad.
Los microplásticos se definen generalmente como partículas de menos de cinco milímetros de longitud, como las microfibras analizadas en este estudio o las microperlas utilizadas en productos de higiene como los dentífricos y geles de baño. Entre los plásticos encontrados dentro de dichos animales de aguas profundas en esta investigación había restos de poliéster, polipropileno, viscosa, náilon y productos acrílicos. Los microplásticos poseen aproximadamente el mismo tamaño que los componentes de la llamada «nieve marina», esto es, la «lluvia» de materia orgánica que se precipita desde las capas superficiales de los océanos hacia las profundidades, y de la que se alimentan las numerosas criaturas que viven en ellas.
La profesora Laura Robinson, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol, declaró lo siguiente: «Es un resultado sorprendente, y un verdadero recordatorio de que la contaminación por plásticos ha alcanzado realmente los lugares más recónditos del planeta».
«Nuestra expedición científica tenía el cometido primordial de recoger microplásticos en sedimentos de las profundidades oceánicas, y de hecho los encontramos en abundancia —añadió la primera firmante del estudio, la Dra. Michelle Taylor, de la Universidad de Oxford—. Los animales entran en contacto con esos sedimentos, al vivir en ellos o alimentarse de los mismos, y por ello resolvimos mirar en su interior en busca de indicios de ingestión. Es especialmente alarmante haber encontrado estos microplásticos, no en zonas litorales, sino a gran profundidad en el océano, a muchos miles de kilómetros del lugar de origen de estos contaminantes, en tierra».
Prevenir la contaminación de los especímenes
Los animales fueron recogidos con un vehículo submarino teledirigido. Se escogió este método para reducir el riesgo de contaminación con los sedimentos del entorno y también por resultar menos traumático para los organismos. Además, el uso de este vehículo permitió al equipo científico saber con exactitud la ubicación y los hábitats de los animales recogidos. Se diseccionaron los nueve organismos bénticos extraídos y se examinó, con un microscopio binocular, su cavidad bucal, su estómago, su aparato respiratorio (branquias incluidas) y todas las cavidades internas, en busca de indicios de haber ingerido o asimilado microplásticos. Las microfibras se clasificaron con un microscopio de luz polarizada Nikon, un método utilizado habitualmente en medicina forense que ofrece ventajas contrastadas para la identificación rápida y eficaz de fibras.
El equipo de investigación estuvo integrado también por personal del Museo de Historia Natural de Londres y del Departamento de Medicina Forense y Criminología de la Universidad de Staffordshire, quienes se aseguraron de la solidez de los resultados y de evitar que las muestras se contaminaran.
«Actualmente se dispone de técnicas forenses para el análisis de fibras que tienen una fiabilidad y solidez probadas, como lo requiere el recurso a las mismas en los tribunales —señaló la Dra. Claire Gwinnett, de la Universidad de Staffordshire—. En esta investigación hicimos uso de tales técnicas para evitar contaminantes y detectarlos y, de esa manera, poder afirmar con seguridad que los microplásticos hallados fueron realmente ingeridos y no procedían del propio laboratorio ni de ninguna otra fuente contaminante externa».
El estudio se ha publicado en la revista Scientific Reports.
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