La falta de empatía se considera una de las marcas distintivas de una serie de enfermedades psiquiátricas, como los trastornos de conducta, el trastorno de personalidad antisocial, el trastorno narcisista de la personalidad, la discapacidad intelectual y el trastorno neurocognitivo frontotemporal mayor o leve. Si este rasgo puede identificarse con suficiente antelación, se prevé que puedan hacerse predicciones sobre la probabilidad de que se manifieste una conducta antisocial en la edad adulta, lo cual permitiría elaborar estrategias eficaces para intervenir, incluido el tratamiento con medicamentos.
El proyecto MATRICS, financiado con fondos europeos, publicó recientemente un estudio que resume los resultados de su investigación sobre hasta qué punto los estados emocionales pueden transmitirse socialmente en ratones (contagio emocional). Estaban interesados en los indicios de empatía y cómo esta está relacionada con la conducta de los ratones. El equipo descubrió que los ratones que obtuvieron una puntuación que los clasificaba como resistentes al contagio emocional (RCE) presentaban unas características de sociabilidad limitada, problemas de memoria sobre hechos negativos y una baja respuesta fisiológica a los factores de estrés externos.
Contagio emocional
En la publicación de la revista
PLOS ONE, el equipo describe cómo empezaron con cuarenta ratones machos genéticamente idénticos. Estos ratones se dejaron solos durante dieciocho días y, cuando tenían siete semanas, fueron sometidos a una prueba de contagio emocional. Esta prueba permitió a los investigadores seleccionar dos subgrupos de ratones que presentaban rasgos extremos, ya sea de un contagio emocional muy elevado o muy bajo.
Para investigar si unos bajos niveles de contagio emocional guardan relación con otras medidas de conducta, el equipo realizó una serie de pruebas de conducta social en los ratones a distintas edades, en las que se examinaron la agresividad, la percepción del dolor y respuesta a este, la memoria y el aprendizaje a través del castigo. Las pruebas incluían: una prueba residente-intruso a las quince semanas; una prueba de aproximación social a las veintidós semanas; una prueba de reconocimiento de nuevos objetos a las veinticinco semanas; una prueba de condicionamiento del miedo a un tono a las veintiséis; una prueba de respuesta a un estrés por restricción a las veintisiete semanas y una de placa caliente a las veintiocho semanas. Cuatro semanas después de finalizar las pruebas de conducta, también se tomaron muestras de sangre y del cerebro.
El estudio mostró que los perfiles con un contagio emocional bajo están relacionados con discapacidades en las conductas sociales, la memoria emocional y la reactividad fisiológica al estrés. Además, lo verdaderamente crucial fue que el equipo descubrió vínculos con cambios neuroquímicos en las rutas cerebrales de estos ratones, que presentaban unos mayores niveles de las hormonas oxitocina y vasopresina, junto con una menor densidad de receptores de una proteína denominada factor neurotrófico derivado del cerebro en las zonas del cerebro que influyen en la conducta.
Mecanismos neurobiológicos subyacentes
La empatía es fundamental para determinar la calidad de las relaciones sociales, además de repercutir finalmente en el estado físico. Esta se desarrolla junto con procesos cognitivos y emocionales. El contagio emocional suele considerarse un elemento básico de una empatía más compleja, que requiere la capacidad de adoptar fisiológicamente el estado emocional de otro. La empatía del dolor es un ejemplo de ello y se ha demostrado que se transmite socialmente en los roedores.
Algunos de los mecanismos neurobiológicos subyacentes a la empatía se han descubierto con pruebas de la implicación de las zonas del córtex prefontal, la corteza cingulada anterior, el área tegmental ventral, el tálamo y la amígdala en el control de la conducta empática.
El proyecto MATRICS (Multidisciplinary Approaches to Translational Research In Conduct Syndromes) se creó para conocer mejor la afección conocida como trastorno de la conducta (TC), que afecta entre un 2 y un 10 % de los niños.
El TC se caracteriza por la agresividad, una conducta prosocial limitada, una emocionalidad reducida, un afecto superficial o deficiente, una reducida capacidad de reacción fisiológica al estrés, la violación de las normas sociales y las conductas antisociales. Dada su complejidad, todavía se comprende poco. Además de utilizar modelos animales, el proyecto está trabajando con conjuntos de datos ya existentes a los cuales aplica herramientas de aprendizaje automático con el fin de desarrollar algoritmos para predecir la agresividad en la edad adulta. Posteriormente esto permitirá realizar ensayos de nuevos medicamentos y tratamientos de neuro/biorretroalimentación.
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